La emoción es lo que sentimos inmediatamente después de un acontecimiento, tanto positivo como negativo. Por lo tanto, es algo natural, que le ocurre a cualquier ser humano y, muchas veces, incontrolable. Algunas emociones provocan síntomas físicos, como palpitaciones rápidas, fiebre e incluso desmayos.
Cuando las emociones son tan negativas, es habitual que evitemos sus "desencadenantes". Al cabo de un tiempo, evitamos incluso cualquier acción que despierte las emociones más fuertes. La vida acaba perdiendo sabor. Al fin y al cabo, vivir es sentir.
La gran ventaja es que el ser humano es cambiante y capaz de evolucionar a lo largo de la vida. Por lo tanto, desde el momento en que trabajamos estas emociones, podemos crear patrones emocionales mucho más saludables - y nunca es demasiado tarde para dar el primer paso. He aquí cómo iniciar este proceso.
La influencia de los pensamientos
Las emociones son voluntarias y difíciles de controlar porque son inmediatas, se desencadenan con cualquier detonante. Pero otro factor que al menos puede "domarse" e influye considerablemente en nuestro comportamiento es el pensamiento.
Pongamos un ejemplo: usted tenía muchas ganas de conseguir un puesto vacante. Ha pasado por todas las fases y se ha esforzado por ofrecer lo mejor durante todo el proceso, pero no ha podido aprobar. En cuanto recibe la noticia, se siente frustrado. El problema es que, después de dos o tres intentos fallidos, su pensamiento empieza a ser tan negativo que piensa "No sirve de nada intentarlo porque de todas formas no lo conseguiré". Y así, simplemente dejas de intentarlo. Cada vez que piensas en el trabajo de tus sueños, la única emoción que sientes es frustración.
Un patrón emocional negativo te paraliza y hace que dejes de perseguir lo que quieres, de aprovechar oportunidades únicas en la vida y de conocer a gente interesante. Así que en cuanto aparezca un pensamiento negativo, no lo alimentes. Reflexiona.
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Identificar la fuente y cómo le afectan los pensamientos
Nuestras experiencias y vivencias contribuyen a la construcción de patrones emocionales, que determinan cómo reaccionamos e interpretamos lo que ocurre a nuestro alrededor.
El patrón es un comportamiento repetitivo provocado por desencadenantes específicos. Por lo tanto, para entender cuál es el patrón negativo de tus emociones, necesitas entender qué lo desencadena.
Por ejemplo, si alguien te hace una crítica y tu reacción siempre es ponerte a la defensiva, reflexiona sobre por qué te cuesta tanto esfuerzo preservar ese comentario. ¿Te sientes agraviado? ¿Sucedió algo en el pasado que creara este tipo de "coraza emocional"?
Ver el lado bueno de la vida
Sólo aprenderás a tener un patrón emocional más positivo si te fijas en lo bueno de la vida. De lo contrario, todo el esfuerzo será para un comportamiento superficial.
Observa que quienes están acostumbrados a ver el lado negativo de la vida rara vez cambian su comportamiento. Incluso lo que es bueno se ve con miedo, como si tuviera un "pinchazo" de la vida detrás. El patrón emocional de este individuo es siempre muy defensivo, como si tuviera miedo de ser feliz.
Todo es cuestión de dar el primer paso. Además de la autorreflexión, párate a ver qué hay de bueno en tu vida: la gente a la que quieres, los amigos que has hecho a lo largo de tu vida, el techo que te cubre y el plato en la mesa. Hay varias razones para estar agradecido.
Practicar actividades meditativas
Cuando las emociones nos dominan, perdemos el razonamiento lógico. Son reacciones físicas, mentales y espirituales en profusión que, si hay un comportamiento repetitivo, alienarán al individuo por mucho más tiempo. Por lo tanto, es necesario trabajar en prácticas que puedan equilibrar tanta información al mismo tiempo.
Actividades como la meditación, el yoga, el tai chi chuan y la atención plena te ayudan a conectar con el presente de forma saludable, permitiéndote mantener la concentración en lo realmente importante. Además, aportan varios beneficios, tanto físicos como mentales y emocionales.
afronta tus miedos
El comportamiento defensivo, el caos mental y los patrones emocionales limitantes suelen estar causados por la misma emoción: el miedo. Principal paralizador, este sentimiento puede ser bueno: nos impide poner en peligro nuestra vida y nos ayuda a tener criterio sobre los riesgos que vamos a correr. Sin embargo, hay que reflexionar: ¿el miedo es real o sólo existe en nuestra cabeza?
Muchos de nuestros mayores temores simplemente no existen o son mucho menores de lo que parecen. ¿Es tan malo probar esa nueva afición? ¿Por qué hablar con esa persona parece tan arriesgado? ¿Por qué la opinión del otro es tan peligrosa como para impedirte conquistar algo nuevo? ¿Tanto daño te va a hacer llamar a esa persona con la que te peleaste durante años?
Muchos de los problemas y temores sólo desaparecerán cuando se afronten. Pero si te cuesta dar ese primer paso, pide ayuda. La terapia y los grupos de apoyo existen precisamente para ayudarte a romper esas burbujas que te impiden desarrollarte.
Como se ha visto, estar en sintonía con tus emociones no sólo es posible, sino esencial para tu calidad de vida.