En los días conflictivos que vivimos actualmente, ¿dónde has estado buscando? ¿A las aflicciones del mundo o has estado buscando sentir a Dios?

Os digo esto para que, creyendo en mí, estéis firmes y seguros y gocéis de paz. (Juan 16.33)

Hoy en día, la inmensa mayoría de nosotros asistimos atónitos a los efectos de la industria de la corrupción generalizada que ha alcanzado niveles inimaginables en nuestra sociedad. Políticos, empresarios, jueces, sacerdotes, profetas de la modernidad, ricos y poderosos, no tan ricos y poderosos de todos modos, gente común sin distinción están inmersos en este vergonzoso comportamiento inmediatista y excluyente, que colabora con la construcción y mantenimiento de un escenario sombrío y aún más incierto.

La deslealtad institucionalizada reúne partidarios a una velocidad impresionante y transforma nuestra sociedad en un campo de batalla donde los hombres se comportan como bestias salvajes, nublando los ojos y endureciendo los corazones. Tal posición significa que todos los demás son vistos y sentidos no como personas que deben ser respetadas, sino como algo o algo que puede ser explotado o devorado.

Los jueces no representan la dignidad de las leyes y se han convertido en sus mayores y más descarados transgresores. Codo con codo, nos encontramos con políticos adinerados y ricachones de pomposos apellidos que, aún frente a los cambios y nuevos vientos que todavía airean tímidamente nuestros días, insisten en ampararse en el escudo de la impunidad a cualquier precio.

La compraventa de personas e instituciones va bien, gracias, a pesar de algunas bajas -nada grave, creen muchos-. La pauta es la de siempre: gana quien pague más y garantice la continuidad de este tipo de mercado negro. Los valores morales más bajos y la villanía son las monedas de cambio.  

Como un efecto dominó, las relaciones humanas, en sus diversos matices, se deterioran a causa de la codicia y el amor al dinero. Las relaciones familiares sucumben al contacto con distorsiones de valores que provienen de distintas fuentes, algunas como expresiones del arte, como la música, la danza y la literatura, o los arrebatos de contemporaneidad propiciados por los llamados sistemas filosóficos de vanguardia que señalan indiscriminadamente cuánto nuestra sociedad está atrasada y es rehén de comportamientos disonantes de la pseudo modernidad presente en nuestros días. Que conste que muchas de las llamadas escuelas religiosas han contribuido notablemente a este paisaje desajustado en el que vivimos. "Queremos ser libres", dicen sus defensores y seguidores, "basta de opresión". "Abajo esto, queremos aquello", y,

Estamos rodeados. Nos sentimos inadecuados ante la corrupción, presente en todas las esferas de nuestra sociedad: desde las más pequeñas a las más grandes, desde las más pobres a las más afortunadas, desde las que tienen un nivel de intelectualidad sobresaliente a las más simples y analfabetas. Sin embargo, me atrevo a decir: estos son tiempos encantadoramente desafiantes, por entender que el proceso de selección que muchos llaman crisis -colapso o degradación moral- hace su trabajo. En efecto, qué difíciles y al mismo tiempo encantadores son estos tiempos. 

Quizá muchos de los que me leen ahora se preguntan: ¿Cómo pueden ser encantadores al mismo tiempo los días difíciles? En días difíciles y tan violentos, ¿se puede ver encanto y belleza? ¿Cómo? Simple, mi gente. ¿Qué tal si empezamos a mirar a Dios, no a las circunstancias? Sí, esto representa reavivar nuestra fe y fortalecer el vínculo con nuestra herencia divina, presente en cada uno de nosotros. El Creador se preocupa por nosotros. Ninguno de nosotros es huérfano de su asistencia. Quien, incluso ante tanta destemplanza colectiva, comprende que Dios es el puerto seguro, nuestro refugio, se fortalece y se vuelve capaz de descubrir cuáles son sus verdaderas necesidades, lo que en los atribulados días de hoy es todo un hallazgo. De este modo, la ayuda de quien nos guarda estará presente, 

Según lo que hemos visto y nos han mostrado los mentores siderales, los tiempos son difíciles y la tendencia es que se vuelvan aún más desafiantes. Cuando vienen a nosotros trayendo esa perspectiva, es justamente para liberarnos de la gran Maia o Matriz en la que estamos inmersos hasta el cuello y, de paso, para que no nos agarren con los pantalones abajo - o, en otras palabras, por sorpresa. La idea es hacernos comprender que la posibilidad real de salir de esta fase con más robustez moral y espiritual es enfrentarnos a nuestros miedos y buscar la reconciliación, rezar y transformar nuestra existencia en algo más útil. En estos días encantadoramente difíciles y desafiantes, el camino más seguro es ir hacia nosotros mismos en busca del creador, que, según Jesucristo, se encuentra en la intimidad de nuestros corazones. Dios reside en nosotros, Dios reside en ti, Dios reside en mí. Armados con esta fe en el Padre de las luces, estableceremos una línea de acción y conducta que nos permita construir días más felices, pero no por ello menos desafiantes.  

En este mundo malvado siempre tendrás dificultades. Pero mantente firme. Yo he vencido al mundo. (Juan 16.33)

Marcos Leão es vicepresidente de la Orden de los Guardianes de la Humanidad, donde es uno de los instructores. Médium, autor del libro Você com você, profundo conocedor de las obras espirituales, y cofundador de UniSpiritus junto a Robson Pinheiro, donde desarrolla actividades mediúmnicas y sociales desde 1992.

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