Es habitual que los seres humanos culpemos a los demás, al destino o incluso a Dios de nuestras desgracias. Apenas nos reconocemos responsables de nuestros sufrimientos. Otros creen fielmente que son víctimas de un espíritu obsesivo.

Con los avances de la ciencia, cada vez es más difícil culpar a los demás. ¡Vayamos a los hechos!

En física, el estudio de los electrones reveló que el observador del experimento puede interferir en el resultado, haciendo que los electrones, al ser disparados, se comporten unas veces como ondas y, otras, como una partícula, es decir, que el simple hecho de mirar puede cambiar el producto final. Cuando dos electrones se entrelazan energéticamente y se disparan en polos opuestos, en el momento en que uno es estimulado, el otro responde instantáneamente; tenemos así una interferencia no local. Asimismo, los meditadores, cuando se les colocó en meditación conjunta y se les monitorizó mediante electroencefalografía, demostraron cambios en las ondas cerebrales en el mismo instante en que sólo uno de ellos era estimulado por una luz estroboscópica, lo que indica que esta interferencia no local puede estar presente entre personas entrelazadas hasta un extremo. Entonces,

Estos hechos, junto con varios otros experimentos científicos, han sacado a la luz un nuevo concepto: el de la no-localidad, o conciencia no-local, un intento de la ciencia hacia la confirmación de la existencia del espíritu. La ciencia aún no tiene explicaciones concretas para estos hechos, pero se especula con la posibilidad de que el pensamiento sea una energía activa en el entorno.

La apometría es una técnica o un conjunto de técnicas cuya aplicación permite, sobre todo y en líneas generales, agilizar reuniones mediúmnicas con objetivos variados. 

Lo más interesante es que, en 1958, en la primera publicación del libro Evolución en dos mundos, André Luiz ya nos daba explicaciones sobre estos fenómenos actualmente estudiados. Al describir la energía del pensamiento, que llamó "mentomagnética", ya estaba abriendo un enorme campo de estudio. Combinando las orientaciones de este libro con las de los libros Liberación y Mecanismos de la Mediumnidad, ambos del mismo autor espiritual, comenzamos a observar que no necesitamos "ayuda" para perjudicarnos a nosotros mismos. Olvidamos las palabras de Jesús registradas en Mateo 6:34 - "No os preocupéis por el mañana, porque el mañana se cuidará de sí mismo. A cada día le basta su mal. "

Uniendo el aspecto espiritual al científico, tenemos el pensamiento como una energía que puede actuar sobre la materia, ya sea mental o etérea. Debido a la plasticidad de ambas, pueden ser moldeadas según el patrón o característica de la energía actuante. De esta forma, según la intensidad y densidad de nuestros pensamientos, podremos moldear estas materias hasta el punto de volverse visibles para espíritus y videntes, lo que André Luiz llama en sus obras "formas-pensamiento".

Si nuestros pensamientos son de una calidad muy inferior -como la ira, el resentimiento, el odio, la avaricia, la vanidad, el orgullo, la sexualidad, los apegos excesivos, los deseos irascibles y muchos otros-, modelaremos nuestra materia mental y lo etéreo que nos rodea con energías de baja vibración y alta densidad. Con la continuación de este proceso, cristalizamos estos pensamientos a nuestro alrededor, que, por la fuerza de la costumbre, se convierten gradualmente en una realidad para nosotros. Así, dejamos de percibir la verdad real para ver sólo la verdad que queremos. Llegamos a creer que nosotros tenemos razón y que los demás están equivocados. Entonces nos instalamos en una forma de pensamiento que, por un mecanismo de retroalimentación, alimenta aún más los pensamientos que nos colocan en esta posición. Entramos en un ciclo del que es muy difícil salir. Por eso Jesús dijo a sus discípulos: "Viendo, no ven; y escuchando, no oyen, y mucho menos entienden" (Mateo 13:13).

Nos encapsulamos en esta energía creada por nosotros mismos, cristalizada en nuestra propia forma-pensamiento. Como en la naturaleza, la Ley de Afinidad es un hecho, comenzamos a conectarnos con energías similares, parecidas a la que emitimos. Esto se debe a que estamos inmersos en una conciencia colectiva, en la que cada uno de nosotros emite sus energías mentales, proyectándolas en la materia etérea que nos rodea. Así, atraemos lo que emitimos, un verdadero sinergismo.

Como nuestra materia física también es plástica, es decir, se ajusta en función de las energías activas, con el tiempo sentirá las influencias de nuestro egrégor, así como las que atraemos por afinidad. Como resultado final, tendremos sensaciones malas, desagradables, malestar y, sin encontrar una causa palpable, empezaremos a culpar a los demás, estén encarnados o desencarnados.

Recordemos que el cuerpo físico no es más que un conjunto de átomos, que forman moléculas, las cuales, a su vez, constituyen tejidos y órganos.

Como los electrones son estructuras que forman parte de los átomos y que cambian constantemente su patrón vibratorio en función de las energías activas, cuando descargamos nuestros pensamientos, empezamos a interferir en el patrón vibratorio de nuestra propia estructura atómica. Como resultado, surgen ansiedades, depresiones y enfermedades. Tenemos, por lo tanto, una autointerferencia no local.

Es decir, no necesitamos un observador; ya hemos tenido bastante.


El Dr. Alexandre Serafim, presidente de la Asociación Médico-Espírita de Vale do Paraíba, es socio de los Guardianes de la Humanidad e imparte el curso de Medicina del Alma para socios del Programa.

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